(Muñoz y Bayardo, op., cit., p. 239)
Este ecosistema creativo llevó a la construcción de un sistema complejo que tiene una estructura, un orden y una dinámica de interacciones e interrelaciones: el modelo de la musicoterapia humanista.
Las interrelaciones entre los elementos teóricos y prácticos de este modelo cristalizan su estado de interdependencia, pues están ceñidos el uno al otro.
Esta dinámica se observa en la práctica. Por ejemplo, las actitudes (intención amorosa, empatía total, actitud de riesgo responsable, estar en la verdad, tendencia hacia la espiritualidad y la compasión con sus respectivas habilidades) surgieron de la perspectiva humanista, específicamente al crear la relación consultante-música-musicoterapeuta; que a su vez se interrelaciona con las intervenciones propias de cada una de las etapas de la metodología, que también interrelaciona con el conjunto de técnicas del modelo, tanto activas (correspondientes a los mediadores empáticos sonoros: los instrumentos musicales y la voz) o el mediador empático corporal o las que corresponden a las técnicas receptivas (a través del uso del mediador empático sonoro de la música pregrabada, música creada en vivo o la recepción del canto armónico del musicoterapeuta) o el uso del medidador empático verbal; o el uso mixto de estas técnicas. Estas interrelaciones tienen el objetivo de lograr el trabajo terapéutico a nivel prepersonal, personal y transpersonal.
Durante la práctica, la dinámica de estas interrelaciones define las particularidades de nuestro modelo, como sus alcances y límites. Esto hace que la musicoterapia humanista sea un sistema complejo, y no un conjunto de elementos aislados entre sí.
Algunas de las posibles interacciones de la filosofía con otros elementos estructurales de la musicoterapia humanista